jueves, 4 de octubre de 2012

Lima, la gris


4 de octubre de 2012

Yo diría más bien Lima, la espantosa porque esta ciudad es muy fea. Su único interés radica en un par de plazas –la de Armas y la de San Martín- con edificios más o menos reconstruidos aunque no desprovistos de empaque y varias iglesias cuyo principal valor son las imágenes y reliquias que albergan. Los cráneos de los santos peruanos Rosa de Lima y Martín de Porres, el primer negro que llegó a los altares en la de Santo Domingo; la milagrosa Cruz de Plata del padre Pedro Urraca en la Merced, donde la virgen de esta advocación tiene como un acomodo lateral con cortinajes encarnados y multitud de candelabros y flores más espectacular que una falla; las catacumbas, con sus calaveras y huesos a la vista, que se pueden contemplar a través de las rejas incrustadas en el suelo y las tres tallas de San Francisco, en la iglesia del mismo nombre; la tumba de Pizarro, con sus mosaicos italianos en la Catedral. Especial curiosidad ofrecen las múltiples imágenes del Niño Jesús, que bajo el título del Doctorcito reciben un sinfín de peticiones de favores.
Pudimos asistir al cambio de guardia frente al Palacio de Gobierno y al final de la misa solemne en la iglesia de San Francisco puesto que hoy se celebraba su fiesta. A las puertas del templo, campesinos ataviados con sus trajes populares bailaban una especie de sardana a ritmo andino. Al caer la tarde pudimos observar el rodaje de un concurso de televisión en la que una de las participantes tenía que reunir un cierto número de sostenes entregados por chicas voluntariosas que lo hacían al abrigo de una breve toalla mientras que un tumulto de jovencitos en celo las rodeaban abroncándolas.
Llaman la atención en la ciudad los parterres entre Miraflores y el centro con sus letras gigantes de hierba publicitando la universidad de los jesuitas o una marca de gasolina; los semáforos que, a través de una enervante cuenta atrás, te indican los segundos que te quedan para poder cruzar la calzada; los anuncios de “baño”  (por supuesto de pago) en aparcamientos o comercios; los empleados (uniformados) que ofrecen cambio de moneda por las calles; la estatua de la Madre Patria en la plaza San Martín que por un error de interpretación luce en su cabeza una corona con una llama (animal) cuando en realidad se encargó al artista unas llamas (de fuego), la señalización en iglesias y restaurantes de zonas seguras (en caso de sismos), y  la absoluta fealdad de absolutamente todas las tiendas.
Comimos en La Merced, cabe la iglesia homónima –como diría Lluís Permanyer- , pequeño restaurante de mesas compartidas con un techo artesonado realmente asombroso. Nos equivocamos al elegir los platos. Tras sendos chupes (sopas) de langostinos francamente geniales y más que generosos apenas pudimos dar cuenta de un arroz con marisco (Clara) y un filete empanado con arroz, frijoles, huevo duro, ensalada y cebolla (yo). Salimos arrastrándonos del local sin siquiera poder tomar postre.
En estos momentos en el que descanso en el hotel tras una visita extenuante al centro de artesanía india, en el que hemos comprado diversos regalos, Clara se ha ido a cortar el pelo pues dice que no soporta más que se le enrede. A la vista del aspecto de las peluquerías alrededor del hotel, me temo lo peor.
La cocina peruana está en pleno auge. Se multiplican las escuelas de cocina y hostelería. El gran chef Gastón Acurio acaba de inaugurar restaurante en Barcelona. Hace muchos días que desde allí reservamos mesa en su afamado Astrid & Gastón que casualmente se halla a una manzana de donde nos alejamos.
Clara ha vuelto de la pelu y he de reconocer que le han cortado el pelo muy bien como podéis comprobar en la foto que le hecho en Astrid & Gastón. Aquí hemos disfrutado de un auténtico festín. Tras unas bebidas –piscosour para Clara y agua para mí (ay mi hepatitis)- y unos bocaditos gentileza de la casa, una muestra tan exquisita de panes que casi nos quita el apetito. Hemos compartido tres clases de ceviches antes de pasar, Clara, a un pollo cholo y yo a un cuy –pequeño roedor de afilados dientes- crocante con las papas al sol. No hemos podido tomar postre aunque sí infusión de mate y menta y café,  acompañados de la cajita feliz (preciosa cajonera con trufas, frutas confitadas y mini macarons). El único lunar, la infusión que, debido a la escasa cantidad de hojas de menta, más bien parecía aguachirle.   
Clara, recién salida de la pelu, en el Astrid & Gastón

1 comentario:

  1. Muy bien !! Estupendo el corte Clara, estás muy guapa !
    Genial la idea del blog. Un beso desde Barcelona !
    Ivanna

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