Me dice Clara que le estoy echando poco humor a este viaje. Será que Francia no es un país lo suficientemente exótico como para propiciar situaciones tan risibles como las que acontecieron en Perú y Marruecos.
Ayer, sin embargo, no logré evitarme el ridículo de no conseguir hallar la tienda de Fauchon -aquí pequeño homenaje a "La grande bouffe"- a la que tantas veces me había acercado (para admirar sus escaparates). Seguía estando, por supuesto, en la plaza de la Madeleine pero unos cien metros más allá de donde yo me empeñaba en situarla.
Empezamos nuestro último día en París visitando -por recomendación de mi cuñado Pedro (Gimferrer)- la casa museo de Delacroix, una pequeña joya en pleno barrio latino, con su estudio original y un pequeño y romántico jardín que crea en su entorno un remanso de paz. Acto seguido hemos callejeado por los alrededores hasta llegarnos a la Shakespeare and Company, mítica librería a la que nunca me había acercado. Hay que reconocer que conserva un excelente ambiente pese a las hordas de turistas que se apelotonan en sus estrechísimas y laberínticas estancias. A sus puertas, como puesta a propósito para que posen ante ella los japoneses, una de las muchas fuentes Wallace que proliferan en la Ciudad Luz.
El horripilante conjunto de Les Halles está en obras. Es imposible que quede más feo que antes. Por lo que ir a la Fnac que hay en su interior se convierte en una pequeña aventura. No encuentro el cd que me encargó Hugo pero aprovecho para hacerme con la integral de todas las películas de Truffaut. Me relamo de gusto ante una revisión de todas ellas.
Llevo a Clara a Colette, la tienda más pija de París, que le encanta y donde se deja sus buenos euros. Luego llegamos, por fin a Fauchon, en cuya terraza -a pleno sol- nos tomamos un exquisito tentempié a base de foie, quesos y deliciosas tartaletas regadas con un blanco perfecto. La joie de vivre.
Recogemos las maletas (llenas hasta los topes) y tomamos en Saint Michel el RER hasta el Charles de Gaulle. El espantoso calor que soportamos en el tren provoca que nos abalancemos sobre una botella de agua helada al llegar al aeropuerto.
Nuestro vuelo a Barcelona solo tiene un retraso de media hora. Tout est bien qui finit bien.
Lo siento, Clara, no me podía ir a dormir sin escribir.
viernes, 3 de octubre de 2014
jueves, 2 de octubre de 2014
El encanto de París
París siempre será París. Pese a los turistas, las espantosas tiendas de souvenirs y la escasa limpieza de sus lavabos, su maravilloso urbanismo y toda la literatura (y cine) que evocan sus calles y ambientes la convierten en una experiencia mágica. Menudo topicazo.
Empezamos el día con la magnífica y completísima exposición dedicada a Niki de Saint Phalle en el Grand Palais. Conocía sus célebres 'Nanas' pero ignoraba su (trágica) vida y otras etapas de su interesantísima obra. Una muestra indispensable.
Después hemos ido a l' Orangerie a la expo de Émile Bernard, un simbolista francés bastante desconocido y poco valorado, sin duda a causa de los giros de su pintura, influenciado (demasiado) por el entorno que le rodeaba. Junto a cuadros preciosos, como los de las bretonas, hay verdaderos espantos como los de temática religiosa, desnudos mitológicos y cuadros costumbristas. De todas maneras, la visita resulta interesante y permite, además, ver de nuevo, en el mismo mseo, las bellísimas 'nymphéas' de Monet y la colección de Jean Walter y Paul Guillaume que incluye piezas tan interesantes como 'La carreta del padre Junier', con su inquietante perro Marquis, sentado como uno más de la familia y unos dioramas de a casa de Paul Guillaume preciosos.
Paseando hasta la Madeleine, donde hemos cogido el metro hasta Montmartre, donde hemos comido quiche pizza y quesos en la panadería Le coquelicot, famosa por sus baguettes y cruasanes. Subida en funicular al Sacré Coeur y paseíto cuesta abajo hasta el Moulin Rouge.
Tras el preceptivo descanso en el hotel no hemos tenido más que cruzar la calle para cenar en Germain, un restaurante muy hypster, de decoración enloquecida, atractivas camareras y excelente carta. El ambiente muy moderno. Bed time...
Empezamos el día con la magnífica y completísima exposición dedicada a Niki de Saint Phalle en el Grand Palais. Conocía sus célebres 'Nanas' pero ignoraba su (trágica) vida y otras etapas de su interesantísima obra. Una muestra indispensable.
Después hemos ido a l' Orangerie a la expo de Émile Bernard, un simbolista francés bastante desconocido y poco valorado, sin duda a causa de los giros de su pintura, influenciado (demasiado) por el entorno que le rodeaba. Junto a cuadros preciosos, como los de las bretonas, hay verdaderos espantos como los de temática religiosa, desnudos mitológicos y cuadros costumbristas. De todas maneras, la visita resulta interesante y permite, además, ver de nuevo, en el mismo mseo, las bellísimas 'nymphéas' de Monet y la colección de Jean Walter y Paul Guillaume que incluye piezas tan interesantes como 'La carreta del padre Junier', con su inquietante perro Marquis, sentado como uno más de la familia y unos dioramas de a casa de Paul Guillaume preciosos.
Paseando hasta la Madeleine, donde hemos cogido el metro hasta Montmartre, donde hemos comido quiche pizza y quesos en la panadería Le coquelicot, famosa por sus baguettes y cruasanes. Subida en funicular al Sacré Coeur y paseíto cuesta abajo hasta el Moulin Rouge.
Tras el preceptivo descanso en el hotel no hemos tenido más que cruzar la calle para cenar en Germain, un restaurante muy hypster, de decoración enloquecida, atractivas camareras y excelente carta. El ambiente muy moderno. Bed time...
miércoles, 1 de octubre de 2014
Otoño en París
Bueno, lo de otoño es un decir pues hace un calor agobiante. Y no, no he acertado en la ropa. Dejando aparte que anoche creí haber preparado un pantalón -de lana, ay- y de color gris aunque a la luz de París he comprobado que era verde (qué moderno, con camisa azul, casi parezco Joaquín Torres) y tenía un bajo totalmente descosido; la americana era también de lana y la he tenido que llevar todo el día al brazo.
Hemos salido con una hora de retraso por niebla en el aeropuerto Charles de Gaulle pero el resto del viaje se ha desarrollado sin contratiempo.
Tras dejar las maletas en el hotel de Buci (muy mono, en el Quartier Latin) hemos ido al Musée Galliera a ver una exposición sobre la moda francesa en los 50. Bonitos vestidos, algo 'fripés'.
Comemos en una brasserie cercana al museo, en la terraza, entre sol y sombra.
Metro a la Bastille y paseo por el Marais y por Saint Germain, con visita a la boutique y librería del Pompidou. Unos lavabos simplemente repugnantes. Descanso en el hotel y cena en Lipp, con clientela más bien sexagenaria. Excelente ensalada de cangrejo; el pollo, flojito.
Este viaje de padre e hija va a ser breve. El viernes volvemos a Barcelona.
Bueno, no consigo insertar ninguna foto. Sorry...
Hemos salido con una hora de retraso por niebla en el aeropuerto Charles de Gaulle pero el resto del viaje se ha desarrollado sin contratiempo.
Tras dejar las maletas en el hotel de Buci (muy mono, en el Quartier Latin) hemos ido al Musée Galliera a ver una exposición sobre la moda francesa en los 50. Bonitos vestidos, algo 'fripés'.
Comemos en una brasserie cercana al museo, en la terraza, entre sol y sombra.
Metro a la Bastille y paseo por el Marais y por Saint Germain, con visita a la boutique y librería del Pompidou. Unos lavabos simplemente repugnantes. Descanso en el hotel y cena en Lipp, con clientela más bien sexagenaria. Excelente ensalada de cangrejo; el pollo, flojito.
Este viaje de padre e hija va a ser breve. El viernes volvemos a Barcelona.
Bueno, no consigo insertar ninguna foto. Sorry...
martes, 17 de junio de 2014
Paseando al sol
Ha vuelto a salir el sol. O sea, el día perfecto para pasear con toda la calma. Como la Tate Britain no se halla muy lejos de Pimplico, he ido caminando hasta ella. El principal motivo de mi visita eran los prerrafaelitas pero desgraciadamente estaban prestados, casi todos ellos, para una muestra en Turín. O sea que me he quedado sin la Ofelia de John Everet Millais y otros cuadros de Gabriele Rossetti y Alma-Tadema. Pero he compensado con los grabados del tenebroso William Blake y un par de estupendos trípticos de Bacon.
Para comer no he podido resistirme a los encantos de un patio interior del Victoria & Albert, en la hierba, junto a un laguito donde los niños chapoteaban. Porque estaba prohibido nadar y desnudarse pero sí se podía meter los pies en el agua.
Acto seguido, visitas a las exposiciones de William Kent (arquitecto y diseñador del XVIII, cuyos muebles no me acaban de convencer por aparatosos pero que dibujaba unos jardines absolutamente maravillosos) y la de vestidos de novia -pura locura- con modelos tan espectaculares como el de Charles James para la hermana de Cecil Beaton, el de Galliano para Kate Moss, el de Vivienne Westwood para Dita von Teese (de color morado) y last but not least el de HRH la duquesa de Cornualles (mi venerada Camilla) diseñado por Robinson Valentine y acompañaxo del flambeante tocado de Philip Treacy.
He quedado con Clara en la estación recuperada de King's Cross-Saint Pancras. Lo que era un barrio marginal se ha convertido en un entorno a la moda con nuevos bloques de David Chipperfield (bastante parecidos a los de la Ciudad de la Justicia de Hospitalet) y viejos edificios rehabilitados, en uno de los cuales se ha instalado la prestigiosa escuela de arte de San Martin, en cuya fiesta de fin de curso nos colamos. Unas pizzas en un ruidoso pero muy a la moda local, Caravan, decorado como un almacén, y el metro para llegar a tiempo a la representación, en el Apollo Victoria, de "Wicked". Un musical dotado de una escenografía y vestuario espectaculares pero de canciones y música muy mediocres.
Y colorín colorado este cuento se ha acabado porque mañana me vuelvo a Barcelona (a descansar).
Para comer no he podido resistirme a los encantos de un patio interior del Victoria & Albert, en la hierba, junto a un laguito donde los niños chapoteaban. Porque estaba prohibido nadar y desnudarse pero sí se podía meter los pies en el agua.
Acto seguido, visitas a las exposiciones de William Kent (arquitecto y diseñador del XVIII, cuyos muebles no me acaban de convencer por aparatosos pero que dibujaba unos jardines absolutamente maravillosos) y la de vestidos de novia -pura locura- con modelos tan espectaculares como el de Charles James para la hermana de Cecil Beaton, el de Galliano para Kate Moss, el de Vivienne Westwood para Dita von Teese (de color morado) y last but not least el de HRH la duquesa de Cornualles (mi venerada Camilla) diseñado por Robinson Valentine y acompañaxo del flambeante tocado de Philip Treacy.
He quedado con Clara en la estación recuperada de King's Cross-Saint Pancras. Lo que era un barrio marginal se ha convertido en un entorno a la moda con nuevos bloques de David Chipperfield (bastante parecidos a los de la Ciudad de la Justicia de Hospitalet) y viejos edificios rehabilitados, en uno de los cuales se ha instalado la prestigiosa escuela de arte de San Martin, en cuya fiesta de fin de curso nos colamos. Unas pizzas en un ruidoso pero muy a la moda local, Caravan, decorado como un almacén, y el metro para llegar a tiempo a la representación, en el Apollo Victoria, de "Wicked". Un musical dotado de una escenografía y vestuario espectaculares pero de canciones y música muy mediocres.
Y colorín colorado este cuento se ha acabado porque mañana me vuelvo a Barcelona (a descansar).
lunes, 16 de junio de 2014
Atacado por una paloma
Al salir de la estación Victoria camino de mi hotel, donde iba a cambiarme de ropa para asistir a la ópera, me he sentido fuertemente golpeado en la cabeza por un atacante desconocido. Se trataba de una paloma, superviviente o heredera de una de las protagonistas de la película de Hitchcock que iniciaba, quizás, un nuevo ataque a la humanidad. Venía yo de una mañana dedicada a comprar regalos por Mayfair y Kensington e intentando realizar extraños encargos como encontrar mitones de verano o un modelo muy determinado de botón para un loden. Cargado de paquetes de todos los tamaños, he comido -tarde pero bien- una entrecot con patatas fritas y un helado de merengue, vainilla y chocolate (esto sí que es saltarse las normas dietéticas).
Tras el ataque aviar, ducha rápida y el metro a Covent Garden para ver "Tosca" dirigida por un muy aplaudido Plácido Domingo. La sala es bastante más fea que la del Liceo pero tiene su encanto. La función estaba totalmente sold out. El montaje de esta obra de Puccini tan melodramática (un intento de violación, una ejecución y dos suicidios) es espléndido y luce una oscura y sugerente escenografía. Sondra Radvanovsky se entrega a su personaje de Tosca de forma total y rinde la sala a sus pies con el aria Vissi d'arte.
Casi a las once nos vamos a cenar a Balthazar, la réplica del restaurante más a la moda de Nueva York que, a su vez, pretende pasar por una brasserie francesa art déco.
Bed time de nuevo y un recuento especial para Cristina, gran seguidora de este blog viajero.
Tras el ataque aviar, ducha rápida y el metro a Covent Garden para ver "Tosca" dirigida por un muy aplaudido Plácido Domingo. La sala es bastante más fea que la del Liceo pero tiene su encanto. La función estaba totalmente sold out. El montaje de esta obra de Puccini tan melodramática (un intento de violación, una ejecución y dos suicidios) es espléndido y luce una oscura y sugerente escenografía. Sondra Radvanovsky se entrega a su personaje de Tosca de forma total y rinde la sala a sus pies con el aria Vissi d'arte.
Casi a las once nos vamos a cenar a Balthazar, la réplica del restaurante más a la moda de Nueva York que, a su vez, pretende pasar por una brasserie francesa art déco.
Bed time de nuevo y un recuento especial para Cristina, gran seguidora de este blog viajero.
domingo, 15 de junio de 2014
La moda está de moda
Me acabo de dar cuenta de que muchas de las actuales exposiciones de Londres giran alrededor de la moda. Hoy, día nublado y fresco pero sin lluvia (todavía), hemos visitado dos de ellas. La primera, en Kensington Palace -donde residía lady Di y aún residen muchos royals, exhibía vestidos de la Reina (de los 50), de la princesa Margarita (en los 60) y de la princesa Diana (en los 80). Por supuesto, los mejores eran los de Su Majestad. El conjunto no tenía pretensiones y su marco, el bastante feo palacio, era perfecto para su voluntaria modestia. Pasando por el (super kitsch) memorial dedicado al príncipe Alberto, marido de la reina Victoria, hemos ido a Harrods a comer -divinamente en el Tea Room- a base de bocadillos, té y huevos con bacon y salchichas.
Luego le ha llegado el turno a uno de mis museos predilectos, el Victoria & Albert. The Glamour of Italian Fashion 1945-2014 es una exposición diseñada con sumo gusto, bien documentada y patrocinada por Bulgari (que presenta el maravilloso collar/broche/anillo de Liz Taylor). Pero el reciente recuerdo de la imaginativa muestra de Gaultier la convierte casi en insignificante. Demasiado cansados para proseguir el recorrido por otras salas del museo, nos volvemos a mi hotel para una siestecilla antes de ir a cenar a Kurobuta, un japonés muy a la moda en el barrio donde vive Tony Blair (un guardia pertrechado con una ametralladora vigila su portería) con Álvaro. Comemos muy bien en animadísima conversación mientras en la mesa de al lado una pareja árabe ni siquiera se habla, atento cada uno a los whatsups de su móvil.
Sigo sin poder colgar fotos.
Luego le ha llegado el turno a uno de mis museos predilectos, el Victoria & Albert. The Glamour of Italian Fashion 1945-2014 es una exposición diseñada con sumo gusto, bien documentada y patrocinada por Bulgari (que presenta el maravilloso collar/broche/anillo de Liz Taylor). Pero el reciente recuerdo de la imaginativa muestra de Gaultier la convierte casi en insignificante. Demasiado cansados para proseguir el recorrido por otras salas del museo, nos volvemos a mi hotel para una siestecilla antes de ir a cenar a Kurobuta, un japonés muy a la moda en el barrio donde vive Tony Blair (un guardia pertrechado con una ametralladora vigila su portería) con Álvaro. Comemos muy bien en animadísima conversación mientras en la mesa de al lado una pareja árabe ni siquiera se habla, atento cada uno a los whatsups de su móvil.
Sigo sin poder colgar fotos.
sábado, 14 de junio de 2014
Matisse en la Tate
Ayer no escribí el blog pues llegué rendido al hotel y no me vi con ánimos para ello. Hizo un día muy caluroso y anduve de acá para allá, sobre todo de compras.
El día empezó en la National Gallery donde cogí por los pelos una excepcional exposición dedicada a Veronese. Aunque este no se cuenta entre mis pintores favoritos, la muestra es realmente espléndida. Al acabar y pese a que no entraba en mis planes visitar la exposición permanente, me dejé primero tentar por la Venus del espejo, luego por los Boticelli, Gaingsborough, Leonardo and so on. Regent, Oxford y Bond Street fueron escenarios de mis compras antes de pasar a buscar a Clara por su despacho. Pero olvidé de apuntarme su dirección aunque sabía que estaba en Harley Street, la calle de los médicos. Además ella había señalizado en el mapa un sitio muy preciso. Solo me quedó revisar puerta a puerta todas las casas de la manzana hasta descubrir la ansiada sede del instituto.
Londres no es una ciudad bonita como París y su arquitectura es desigual y apelotonada pero está tan animada, la gente es tan diversa y divertida que te llenas de energía tan solo paseando por ella. Además las tiendas y los restaurantes están puestos con sumo gusto y los museos y exposiciones son soberbios.
A continuación nos permitimos una turistada que yo hace tiempo deseaba realizar: ir al Saint Martin's a ver "La ratonera", que lleva allí 62 años consecutivos representándose. El montaje es apolillado, la interpretación exagerada pero el conjunto resulta entrañable. Acabamos el día en Les Deux Salons, un restaurante con aire de brasserie francesa pero mal iluminado. La señora de la mesa de al lado nuestro, una Fernández de la Vega antes de operarse, parecía velar el cadáver de ¿su marido? bastante parecido a un expresident de la Generalitat. Capítulo aparte merece la comida. Mi steak tartare cortado a cuchillo pero con un ketchup bastante infecto. El risotto de Clara, un caldo sospechoso en el que nadaban unos trozos de tomate. Los lavabos, perfectos.
Ayer hizo mucho color. Hoy ha llovido y hecho sol, soplado el aire y refrescado. Hemos comenzado montándonos -previa reserva en Internet para ahorrarnos la cola- en el London Eye, una especie de noria desde la que se tenían espectaculares vistas de la ciudad. Después hemos ido a la Tate a ver una preciosísima exposición de papeles pintados y recortados de Matisse. No podía imaginar que nos entusiasmara tantísimo. Una verdadera belleza. Más tarde, en el Design Museum, hemos visto una divertida muestra dedicada a Paul Smith, con trajes, reproducción de su oficina y otros diseños -un Mini, por ejemplo, que no sé cómo han metido en el tercer piso del museo-. Cola larga habíade fans para fotografiarse junto al maestro y cconseguir la dedicatoria de un libro.
Breve pausa en una cafetería italiana para tomar unas focaccias y unos expresos y la directa hasta el Barbican, un centro inquietante y de arquitectura brutalista que presentaba una exposición de Jean Paul Gaultier. ¡Excepcional! Vestidos en maniquíes cuyas caras se movían y ¡hablaban! gracias a una filmación que se proyectaba en su rostro, modelos de Madonna, Rossy de Palma y Dita von Teese; fotografías de David La Chapelle y Pierre et Gilles; imaginación, locura, provocación. Una de las exposiciones más estimulantes que recuerdo.
Para acabar en beauté, cena en Wahaca, un restaurante ruidoso, repleto hasta los topes y decorado con auténtico gusto. Buena comida (e invitación al postre por ciertos fallos de servicio). Mañana será otro día. Intento subir unas fotos pero no hay manera.
El día empezó en la National Gallery donde cogí por los pelos una excepcional exposición dedicada a Veronese. Aunque este no se cuenta entre mis pintores favoritos, la muestra es realmente espléndida. Al acabar y pese a que no entraba en mis planes visitar la exposición permanente, me dejé primero tentar por la Venus del espejo, luego por los Boticelli, Gaingsborough, Leonardo and so on. Regent, Oxford y Bond Street fueron escenarios de mis compras antes de pasar a buscar a Clara por su despacho. Pero olvidé de apuntarme su dirección aunque sabía que estaba en Harley Street, la calle de los médicos. Además ella había señalizado en el mapa un sitio muy preciso. Solo me quedó revisar puerta a puerta todas las casas de la manzana hasta descubrir la ansiada sede del instituto.
Londres no es una ciudad bonita como París y su arquitectura es desigual y apelotonada pero está tan animada, la gente es tan diversa y divertida que te llenas de energía tan solo paseando por ella. Además las tiendas y los restaurantes están puestos con sumo gusto y los museos y exposiciones son soberbios.
A continuación nos permitimos una turistada que yo hace tiempo deseaba realizar: ir al Saint Martin's a ver "La ratonera", que lleva allí 62 años consecutivos representándose. El montaje es apolillado, la interpretación exagerada pero el conjunto resulta entrañable. Acabamos el día en Les Deux Salons, un restaurante con aire de brasserie francesa pero mal iluminado. La señora de la mesa de al lado nuestro, una Fernández de la Vega antes de operarse, parecía velar el cadáver de ¿su marido? bastante parecido a un expresident de la Generalitat. Capítulo aparte merece la comida. Mi steak tartare cortado a cuchillo pero con un ketchup bastante infecto. El risotto de Clara, un caldo sospechoso en el que nadaban unos trozos de tomate. Los lavabos, perfectos.
Ayer hizo mucho color. Hoy ha llovido y hecho sol, soplado el aire y refrescado. Hemos comenzado montándonos -previa reserva en Internet para ahorrarnos la cola- en el London Eye, una especie de noria desde la que se tenían espectaculares vistas de la ciudad. Después hemos ido a la Tate a ver una preciosísima exposición de papeles pintados y recortados de Matisse. No podía imaginar que nos entusiasmara tantísimo. Una verdadera belleza. Más tarde, en el Design Museum, hemos visto una divertida muestra dedicada a Paul Smith, con trajes, reproducción de su oficina y otros diseños -un Mini, por ejemplo, que no sé cómo han metido en el tercer piso del museo-. Cola larga habíade fans para fotografiarse junto al maestro y cconseguir la dedicatoria de un libro.
Breve pausa en una cafetería italiana para tomar unas focaccias y unos expresos y la directa hasta el Barbican, un centro inquietante y de arquitectura brutalista que presentaba una exposición de Jean Paul Gaultier. ¡Excepcional! Vestidos en maniquíes cuyas caras se movían y ¡hablaban! gracias a una filmación que se proyectaba en su rostro, modelos de Madonna, Rossy de Palma y Dita von Teese; fotografías de David La Chapelle y Pierre et Gilles; imaginación, locura, provocación. Una de las exposiciones más estimulantes que recuerdo.
Para acabar en beauté, cena en Wahaca, un restaurante ruidoso, repleto hasta los topes y decorado con auténtico gusto. Buena comida (e invitación al postre por ciertos fallos de servicio). Mañana será otro día. Intento subir unas fotos pero no hay manera.
jueves, 12 de junio de 2014
Calor en Londres
No me parecía que un viaje a Londres tuviera excesivo exotismo como para reflejarlo en este blog pero me dice Clara que algunos fans reclaman una crónica del mismo. Ahí va, pues.
Empiezo en plan cutre -mi hija ya está en Londres- equivocándome de cola en Vueling. Por suerte había llegado con tiempo. Al llegar a Gatwick sigo las precisas instrucciones de Clara y llego sin contratiempos a Victoria Station y ni siquiera tengo que tomar un taxi pues el hotel,TheGeorgian House, se encuentra a cinco minutos caminando.
Por desgracia me tengo que alojar en el anexo, lo que no resulta tan cómodo. La habitación, muy mona pero caliente como una sauna. Me traen un ventilador.
Me pasa a buscar Clara para ir a Pinta, la feria de arte español, portugués y sudamericano para la que nos ha proporcionado entradas Álvaro, el elegante casero de mi hija.
Nos da la ¿bienvenida? una enorme (y horripilante) escultura de Lorenzo Quinn. El resto de la muestra no tiene tampoco excesivo interés, salvo por el atuendo de algunos de los invitados, por lo que no tardamos en aterrizar en un excelente restaurante peruano, Ceviche, donde logramos un par de sitios en la barra. Cena espléndida.
Londres está esplendoroso, con tiendas preciosas, restaurantes animadísimos y gente de todos los colores, estilos y medidas por sus calles. Auténtica gozada. Mañana, más. Sleep time, como diría Carmen Lomana.
Empiezo en plan cutre -mi hija ya está en Londres- equivocándome de cola en Vueling. Por suerte había llegado con tiempo. Al llegar a Gatwick sigo las precisas instrucciones de Clara y llego sin contratiempos a Victoria Station y ni siquiera tengo que tomar un taxi pues el hotel,TheGeorgian House, se encuentra a cinco minutos caminando.
Por desgracia me tengo que alojar en el anexo, lo que no resulta tan cómodo. La habitación, muy mona pero caliente como una sauna. Me traen un ventilador.
Me pasa a buscar Clara para ir a Pinta, la feria de arte español, portugués y sudamericano para la que nos ha proporcionado entradas Álvaro, el elegante casero de mi hija.
Nos da la ¿bienvenida? una enorme (y horripilante) escultura de Lorenzo Quinn. El resto de la muestra no tiene tampoco excesivo interés, salvo por el atuendo de algunos de los invitados, por lo que no tardamos en aterrizar en un excelente restaurante peruano, Ceviche, donde logramos un par de sitios en la barra. Cena espléndida.
Londres está esplendoroso, con tiendas preciosas, restaurantes animadísimos y gente de todos los colores, estilos y medidas por sus calles. Auténtica gozada. Mañana, más. Sleep time, como diría Carmen Lomana.
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La intimidante escultura de Lorenzo Quinn. |
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