Empiezo en plan cutre -mi hija ya está en Londres- equivocándome de cola en Vueling. Por suerte había llegado con tiempo. Al llegar a Gatwick sigo las precisas instrucciones de Clara y llego sin contratiempos a Victoria Station y ni siquiera tengo que tomar un taxi pues el hotel,TheGeorgian House, se encuentra a cinco minutos caminando.
Por desgracia me tengo que alojar en el anexo, lo que no resulta tan cómodo. La habitación, muy mona pero caliente como una sauna. Me traen un ventilador.
Me pasa a buscar Clara para ir a Pinta, la feria de arte español, portugués y sudamericano para la que nos ha proporcionado entradas Álvaro, el elegante casero de mi hija.
Nos da la ¿bienvenida? una enorme (y horripilante) escultura de Lorenzo Quinn. El resto de la muestra no tiene tampoco excesivo interés, salvo por el atuendo de algunos de los invitados, por lo que no tardamos en aterrizar en un excelente restaurante peruano, Ceviche, donde logramos un par de sitios en la barra. Cena espléndida.
Londres está esplendoroso, con tiendas preciosas, restaurantes animadísimos y gente de todos los colores, estilos y medidas por sus calles. Auténtica gozada. Mañana, más. Sleep time, como diría Carmen Lomana.
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La intimidante escultura de Lorenzo Quinn. |
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