viernes, 13 de septiembre de 2013

Paseando por los zocos

Acabamos de llegar de cenar. Ha sido una comida pantagruélica, en Dar Moha, el mejor restaurante de Marrakech. Situado en un riad que en su día fue propiedad del modisto Pierre Balmain, tiene un jardín de ensueño, con los muros pintados de azul Klein, una vegetación lujuriosa, músicos y cantantes, atentísimos camareros, mesas iluminadas por velas y al borde de una piscina/estanque de agua cristalina que deja ver el fondo de colorido mosaico -no exagero e intento no cursilear- nos han servido unos entremeses compuestos por quince platillos fríos y calientes (en realidad han sido dieciocho) - desde cebollas rosas con pasas y pepino al tomillo a cigarros de berenjenas con almendras y miel y cojinetes de gambas- para pasar a una serpentina de verduras (Clara) y una 'pastilla' de paloma a la canela (yo) y finalizar con medio gallito (Clara) y un tajín de pescado (yo) acompañados de sendos cuscús de siete verduras y de sémola de trigo duro. De postre he tomado ensalada de naranja a la flor de azahar y Clara un helado de limón con sorbete de ciruela. El precio ha estado acorde con la cantidad y la calidad.Prometemos moderarnos a partir de mañana y atenernos a un estricto presupuesto.
Me olvidé de decir ayer que en nuestro riad, que tiene hasta el detalle de acompañar las tumbonas de sombreros de paja para sus clientes hace las clásicas advertencias sobre horas de check in y check out o prohibición de bebidas alcohólicas y termina con una un tanto peculiar: advierte que la pederastia es un grave delito en Marruecos que puede traer funestas consecuencias a quienes la practiquen.
Tras desayunar nos hemos dirigido a la famosa plaza Djemaa El-Fna a través de los aglomerados zocos (y eso que hoy, viernes, era festivo y se suponía había menos actividad comercial) en los que los precios oscilaban de forma enloquecida y a tenor del indispensable regateo.
La plaza en sí es bastante sucia y sus serpientes monos y equilibristas no resultan especialmente atractivos. Al menos de día.
Hemos comido muy bien y barato en el Café Berbère cercano a la plaza para después tomar en el Café del Gran Balcon de esta un té a la menta y un cremoso capuchino. Más zocos, paseo por la encantador plaza de las Especies y visita a la bellísima Madraza de Alí Ben Youssef y el Museo de Marrakech, pobre de contenido pero mágico de ambiente y espacio interior.  
Mañana visitaremos la Ville Nouvelle.

Clara sesteando en el riad con el sombrero de paja.
¿Un guerrero tuareg? No: Jorge engañado por un vendedor del zoco.

Clara dispuesta a comer en el Café Berbère.

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