Después de la grata experiencia -olvidemos, por favor, el horrible epígono en Port Aventura, que todavía me asalta en mis frecuentes pesadillas nocturnas- que fue nuestro viaje a Perú, Clara y yo decidimos este año marchar a Marrakech para coger fuerzas y energía ante el nuevo curso. Mi hija llegó anoche de Praga, por lo que supongo necesitará la ayuda de siestas en la piscina y masajes en el hammam para recuperarse de tanto Niño Jesús y cementerio judío en la capital checa.
Solo falta recoger los dírhams, hacer la maleta y encargar el taxi antes de comer y contemplar, entre sueño y sueño, los respectivos capítulos de 'La Riera' y 'Amar es para siempre', series de las que me confieso compulsivamente adicto.
Esta noche estaremos ya en el exótico escenario de "El hombre que sabía demasiado".
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